Constanza, La Vega. – Bajo la sombra serena de las montañas que custodian este valle, la memoria se hizo presente en un acto cargado de emoción, identidad y profunda gratitud. El pasado domingo 23 de noviembre, el Club Español de Constanza conmemoró el septuagésimo aniversario de la llegada de los primeros inmigrantes españoles al municipio, un hito histórico que transformó irrevocablemente el paisaje agrícola, el tejido social y el alma cultural de esta comunidad.
La celebración congregó a un mosaico de asistentes: autoridades locales, miembros de la comunidad, descendientes de aquellos pioneros y representantes institucionales, todos unidos en un mismo propósito: rendir homenaje a la valentía y resiliencia de los hombres y mujeres que, a mediados del siglo XX, cruzaron el océano impulsados por un acuerdo bilateral entre los gobiernos de Rafael Leónidas Trujillo y Francisco Franco, dejando atrás su tierra natal para forjar un nuevo destino en suelo dominicano.
En el discurso central de la conmemoración, se subrayó una verdad perdurable: más allá del marco político que facilitó su llegada, el verdadero legado de esta migración reside en su profundo impacto humano y social. “Constanza les abrió sus brazos, y ellos devolvieron ese abrazo con trabajo, con cosechas, con comercio, con valores y con familia”, se expresó con solemnidad. “Introdujeron técnicas agrícolas innovadoras, cultivos que hoy son el sustento de nuestra economía local y fundaron tradiciones que se entrelazaron con nuestra idiosincrasia, creando un patrimonio único”.
El acto fue también un momento para honrar la memoria de los pioneros que ya no están físicamente, pero cuyo espíritu perdura. Se recordó su legado como la piedra angular sobre la que se ha construido el progreso de las generaciones actuales. De igual manera, se reconoció a sus hijos, nietos y bisnietos como los herederos naturales de una identidad dual, un puente vivo que conecta el legado español con el orgullo dominicano.
El Club Español de Constanza fue ensalzado no como un simple espacio social, sino como un símbolo vivo de esta historia compartida; un santuario laico que funciona como punto de encuentro para la memoria, la identidad y la hermandad.
“Hoy no hablamos solo de un acuerdo entre dos gobiernos”, se reflexionó. “Hoy hablamos de una historia humana, de familias, de sacrificios, de sueños cumplidos. Hablamos de raíces que, con el tiempo, se hicieron ramas robustas, y de ramas que hoy dan frutos abundantes para toda una comunidad”.
La conmemoración concluyó con un llamado a las nuevas generaciones: un exhorto a mantener vivo el espíritu de trabajo, unión y gratitud que caracterizó a aquellos fundadores, y a continuar fortaleciendo los lazos culturales e históricos que constituyen un capítulo invaluable en el patrimonio de Constanza y de toda la República Dominicana.
