Vivimos tiempos acelerados. La percepción de que todo fluye a una velocidad vertiginosa se ha convertido en el telón de fondo de nuestra existencia. Las relaciones, los empleos, la información y hasta los objetos que poseemos parecen estar marcados por una fecha de caducidad cada vez más próxima. Este fenómeno, que podríamos denominar «la era de la brevedad», nos sumerge en una cultura de lo instantáneo, lo desechable y lo superficial, donde el compromiso a largo plazo se percibe como una carga y la paciencia es un bien escaso. Es la era del «ya, ahora, rápido», una realidad que moldea a una generación que anhela el facilismo y teme la fricción.
Diagnóstico de un Presente Fugaz: La Mirada de los Pensadores
Diversos filósofos y sociólogos contemporáneos han diagnosticado esta condición. El pensador polaco Zygmunt Bauman acuñó el término «modernidad líquida» para describir una sociedad en la que las estructuras sólidas del pasado se han disuelto. En este estado «líquido», todo fluye y se vuelve precario, obligando a los individuos a no comprometerse con nada de forma permanente. Bauman argumenta que esta liquidez genera una constante incertidumbre y ansiedad, donde los lazos humanos se vuelven frágiles.
Por su parte, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, en su influyente obra «La sociedad del cansancio», sostiene que hemos transitado a una «sociedad del rendimiento». En esta nueva era, el imperativo no es «no debes», sino «tú puedes», lo que nos convierte en nuestros propios explotadores. El resultado es una sociedad de individuos agotados, incapaces de la contemplación profunda que Han considera esencial para la creatividad.
Complementando estas ideas, el sociólogo alemán Hartmut Rosa centra su análisis en el concepto de «aceleración social». Rosa identifica cómo la aceleración tecnológica y del ritmo de vida nos obliga a correr más rápido solo para mantenernos en el mismo lugar, generando una sensación de alienación y una «contracción del presente».
La Economía de la Atención: El Motor Comercial de la Brevedad
Esta cultura de la inmediatez no es un subproducto accidental, sino el combustible de un modelo de negocio increíblemente lucrativo: la «economía de la atención». En un mundo saturado de información, el recurso más valioso y escaso es la atención humana. Empresas tecnológicas, plataformas de redes sociales y creadores de contenido compiten ferozmente por capturar y monetizar cada segundo de nuestra conciencia.
Este modelo explota nuestras vulnerabilidades psicológicas para mantenernos «enganchados»:
Recompensa variable intermitente: Inspirado en los experimentos de B.F. Skinner, el diseño de las notificaciones, los «me gusta» y los «feeds» infinitos funciona como una máquina tragaperras. Nunca sabemos cuándo recibiremos la siguiente recompensa (una interacción social, un video divertido), lo que nos impulsa a revisar compulsivamente.
Microdosis de dopamina: Cada notificación o contenido breve y estimulante libera una pequeñah dosis de dopamina en nuestro cerebro, generando un ciclo de placer y deseo que fomenta la adicción.
Contenido breve y de alto impacto: Formatos como los vídeos cortos (TikToks, Reels, Shorts) están diseñados para el consumo rápido y pasivo. Su algoritmo aprende rápidamente nuestras preferencias para ofrecernos un flujo interminable de estímulos personalizados, eliminando cualquier fricción o momento de aburrimiento y atrofiando nuestra capacidad para mantener la atención en contenidos más largos y complejos.
El resultado es un entorno digital que nos entrena para la impaciencia y la superficialidad. No pagamos con dinero, sino con nuestro tiempo y nuestra capacidad de concentración, activos que se venden al mejor postor en el mercado publicitario.
Impacto en la Educación y el Mundo Laboral: La Crisis de la Profundidad
Las consecuencias de esta era de la brevedad se manifiestan de forma crítica en dos pilares de la sociedad: la educación y el trabajo.
En el ámbito educativo, los docentes se enfrentan a un desafío sin precedentes. Los estudiantes, acostumbrados a la estimulación constante y la gratificación instantánea de las pantallas, muestran una creciente dificultad para mantener la concentración en lecturas largas, resolver problemas complejos o participar en debates que requieren una reflexión sostenida. La tendencia se inclina hacia el «microaprendizaje» y la gamificación, herramientas que pueden ser útiles pero que, si se abusa de ellas, corren el riesgo de fragmentar el conocimiento y priorizar el entretenimiento sobre el rigor intelectual mutilando el aprendizaje significativo. La educación profunda, que requiere tiempo, esfuerzo y la capacidad de tolerar la frustración, se ve amenazada por una cultura que demanda respuestas rápidas y soluciones fáciles.
En el entorno laboral, la aceleración se traduce en una cultura de la «hiperproductividad» y la multitarea constante. La expectativa de disponibilidad permanente, alimentada por las herramientas de comunicación instantánea, fragmenta la jornada laboral en una sucesión de interrupciones. Esto impide el «trabajo profundo» (deep work), un concepto popularizado por Cal Newport para describir la capacidad de concentrarse sin distracciones en una tarea cognitivamente exigente. Sin espacios para el trabajo profundo, la creatividad, la innovación y la calidad del trabajo disminuyen, mientras que el estrés y el burnout se disparan. Las empresas exigen agilidad y adaptación, pero a menudo lo hacen a costa de la reflexión estratégica y el bienestar de sus empleados.
Para Superar la Realidad de la Brevedad
Superar esta cultura de la inmediatez no implica rechazar la tecnología, sino reaprender a habitar el tiempo de una manera más consciente y humana. El camino para trascender esta realidad requiere un esfuerzo deliberado por cultivar la profundidad en un mundo que glorifica lo superficial. Esto se puede lograr a través de varias prácticas concretas:
Practicar la postergación intencionada: Entrenar la paciencia estableciendo tiempos de espera antes de ceder a impulsos de gratificación inmediata.
Fomentar la «comunicación asíncrona»: No sentir la obligación de responder mensajes al instante, permitiendo que cada persona gestione su tiempo y atención.
Establecer metas a largo plazo: Enfocarse en proyectos que requieran dedicación y esfuerzo sostenido para desarrollar la perseverancia.
Permitirse momentos de inactividad: sin estímulos externos, para que la mente divague y conecte ideas de forma creativa.
Cultivar la «resonancia»: Un concepto propuesto por Hartmut Rosa que se refiere a establecer una relación viva y dialógica con el mundo, ya sea a través del arte, la naturaleza o relaciones humanas significativas, en contraposición a la relación «muda» y alienada que impone la aceleración.
En última instancia, se trata de plantar Ébano en una era que solo valora los cultivos de crecimiento rápido. Es un acto de resistencia consciente que nos permite recuperar el control sobre nuestro tiempo, nuestra atención y, en definitiva, sobre el sentido de nuestra propia vida, construyendo una existencia más sólida y significativa en medio de la liquidez contemporánea.
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