Inicio Uncategorized La Restauración de la República Dominicana: Un Análisis Histórico de sus Causas...

La Restauración de la República Dominicana: Un Análisis Histórico de sus Causas y Consecuencias.

13
0

Resumen:

 Este artículo examina en profundidad la Guerra de la Restauración Dominicana (1863-1865), un evento crucial que marcó la reafirmación de la soberanía dominicana tras la anexión a España en 1861. Se analizarán las causas que llevaron a este conflicto, el desarrollo de la guerra y las profundas consecuencias que tuvo para la identidad y el futuro de la República Dominicana. Se incorporarán perspectivas de diversos historiadores para ofrecer una visión completa y fundamentada.

Introducción:

 La historia dela República Dominicana, desde su independencia de Haití en 1844, ha estado
marcada por una constante lucha por la consolidación de su soberanía y la definición de su identidad nacional. En este contexto, la Guerra de la Restauración (1863-1865) emerge como un hito fundamental, un verdadero crisol donde se forjó el espíritu de una nación. Este conflicto no fue meramente una confrontación militar, sino un movimiento popular y nacionalista que buscaba revertir la anexión a España, proclamada por Pedro Santana en 1861.

 La Restauración, como la denominó el humanista Eugenio María de Hostos, fue la
«verdadera independencia dominicana» [1], un proceso que consolidó la conciencia nacional y rompió definitivamente con los lazos coloniales. A lo largo de este artículo, exploraremos las complejas causas que propiciaron este levantamiento, los eventos clave de la contienda y las duraderas consecuencias que moldearon el destino de la nación caribeña.

Antecedentes:  La Primera República y la Anexión.

 Tras la proclamación de su independencia de Haití en 1844, la República Dominicana se vio inmersa en un período de profunda inestabilidad política y social. Las luchas intestinas entre facciones, a menudo polarizadas entre anexionistas y nacionalistas, debilitaron la joven nación. A esto se sumaron las constantes amenazas e invasiones por parte de Haití, que alegaba derechos sobre la totalidad de la isla basados en el Tratado de Basilea de 1795 [2].

 En este escenario de fragilidad, diversas potencias extranjeras, como Francia, España, Inglaterra
y los Estados Unidos, manifestaron un creciente interés en el territorio dominicano. La estratégica ubicación de la Bahía de Samaná, en particular, la convertía en un punto codiciado para fines defensivos o de ataque en el contexto de las rivalidades imperiales de la época [2].

 La inestabilidad interna culminó con la Revolución de Julio de 1857, que derrocó al segundo gobierno de Buenaventura Báez y allanó el camino para el ascenso de Pedro Santana, quien asumiría la presidencia por tercera y última vez. Santana, un caudillo con una visión particular sobre el futuro del país, comenzó a gestionar la anexión a España. Ya desde 1846, figuras como Buenaventura Báez, Ramón Matías Mella y Felipe Alfau habían explorado la posibilidad de buscar la protección de una potencia extranjera [2].

 En 1860, Pedro Santana formalizó la solicitud de anexión a la Reina Isabel II de España. Su
argumentación se basaba en la afinidad de origen, religión y costumbres, así como en la búsqueda de estabilidad para la nación. La solicitud de Santana incluía una serie de condiciones que, supuestamente, garantizarían los derechos de los dominicanos bajo el dominio español. Estas condiciones abarcaban el respeto a la libertad individual y el principio de no esclavitud, la consideración del territorio dominicano como una provincia española con sus derechos correspondientes, la utilización de dominicanos en el ejército, la amortización del papel moneda circulante y el reconocimiento de los actos gubernamentales ocurridos desde 1844 [2].

 El 18 de marzo de 1861, la anexión a España fue proclamada oficialmente en la Plaza de la
Catedral (hoy Parque Colón) en Santo Domingo. Pedro Santana, en un acto simbólico, arrió la bandera dominicana e izó el pabellón español, declarando: «España nos protege, su pabellón nos cubre, sus armas impondrán a los extraños, reconoce nuestras libertades; Y juntos las defenderemos, formando un solo pueblo, una sola familia, como siempre fuimos; Juntos nos presentaremos ante los altares que la madre patria erigiera» [2].

 Sin embargo,esta decisión no fue bien recibida por todas las naciones. Países como Chile,
Perú, Haití, Francia, Inglaterra, Venezuela, Alemania y Estados Unidos expresaron su protesta ante la reincorporación de la República Dominicana a la corona española [2]. La anexión, lejos de traer la estabilidad prometida, sentaría las bases para un nuevo y sangriento conflicto.

 Causas de la Guerra de la Restauración:

 La aparente estabilidad que prometía la anexión a España pronto se desvaneció ante una serie de medidas y políticas implementadas por la administración colonial que generaron un profundo
descontento en la población dominicana. El incumplimiento de los acuerdos que fundamentaron la anexión fue la causa principal del estallido de la Guerra de la Restauración[2].

 En primer lugar, la burocracia dominicana fue sistemáticamente desplazada por funcionarios españoles, quienes además recibían salarios considerablemente más altos.

 Esta situación generó resentimiento y una sensación de exclusión entre la élite local [2]. A
esto se sumó un aumento generalizado de los impuestos, lo que afectó directamente la producción campesina y la economía en general. La emisión de papel moneda sin respaldo y la fijación antojadiza de la tasa de cambio provocaron un desorden monetario que perjudicó tanto a campesinos como a comerciantes [2].

 La represión no se limitó al ámbito económico. La Iglesia Católica dominicana vio a sus sacerdotes reemplazados por clérigos españoles, y los grupos masones fueron perseguidos. Se impuso a los campesinos la obligación de prestar animales o transportar bienes para los españoles, y se les forzó a trabajar de manera colectiva y gratuita en obras en beneficio de la administración colonial. La reorganización del comercio también favoreció descaradamente a España, estableciendo preferencias arancelarias para sus mercancías y aumentando los impuestos a las exportaciones dominicanas que no se dirigían a la metrópoli [2].

 Además de estas medidas económicas y administrativas, la vuelta a las viejas modalidades
coloniales se manifestó en un clima inquisitorial y de intolerancia religiosa, así como en un predominio de los peninsulares y prejuicios raciales frente a los nativos.

La población dominicana se encontró sometida a una dominación colonial sin representación política, con medidas económicas que la afectaban negativamente y con una clara discriminación y segregación racial[2].

 El descontento popular y nacionalista, lejos de apagarse, se incrementó con cada acción
española. Los focos de resistencia comenzaron a surgir, buscando el retorno a la vida republicana que, a pesar de sus defectos, garantizaba un mínimo de libertades e igualdad entre los ciudadanos [2]. Levantamientos como el de José Contreras en Moca en mayo de 1861 y la incursión de Francisco del Rosario Sánchez en junio del mismo año, aunque sofocados, fueron claros indicios de la creciente oposición a la anexión [2].

Incluso Juan Pablo Duarte, el Padre de la Patria, desde su exilio, rechazó cualquier ofrecimiento español que implicara la renuncia a la independencia de su nación, demostrando su inquebrantable compromiso con la redención de la patria [2].

 Desarrollo de la Guerra (1863-1865):

 El creciente descontento y la represión española sentaron las bases para el estallido de la
Guerra de la Restauración. Aunque un primer levantamiento en el Cibao en febrero de 1863 fue sofocado, la chispa de la rebelión se encendió con fuerza el 16 de agosto de 1863, con el célebre Grito de Capotillo. Un grupo de patriotas, liderados por figuras como Gregorio Luperón y Santiago Rodríguez, alzó nuevamente la bandera dominicana, marcando el inicio formal de la contienda[2].

 La guerra de la Restauración fue un conflicto que logró unir a las dos tendencias políticas que hasta entonces habían dividido a la nación: los nacionalistas, que buscaban una independencia plena sin injerencia extranjera, y los anexionistas, que, aunque en el pasado habían favorecido la unión con España, ahora se oponían a las políticas coloniales y buscaban una forma de protectorado con otra potencia. El objetivo común de este movimiento restaurador era claro: expulsar a las tropas españolas y restablecer la República [2].

 La forma de lucha adoptada por los dominicanos fue la guerra de guerrillas, una táctica que
resultó sumamente efectiva contra el ejército español. Los restauradores, conocedores del terreno, sometían a las tropas españolas a un acoso constante, evitando los enfrentamientos frontales y desgastando al enemigo. Esta estrategia causó a España numerosas pérdidas humanas y económicas. Además, la fiebre amarilla, una enfermedad endémica en la región, diezmó a muchos soldados españoles, desmovilizando aún más sus fuerzas [2]. Estas pérdidas obligaron a
España a considerar seriamente la retirada del país.

 Un factor crucial en el éxito de la Restauración fue el apoyo de la República de Haití. El presidente haitiano Fabre Geffrard, consciente de la amenaza que representaba una presencia española consolidada en la parte oriental de la isla, brindó un franco apoyo a los restauradores. Aunque inicialmente lo hizo de manera abierta, y luego de forma encubierta debido a las amenazas españolas,la frontera haitiana se convirtió en un punto vital para el movimiento.
Permitió la exportación del tabaco del Cibao y la importación de armamentos y otros efectos necesarios para la guerra, evitando así el bloqueo naval español.
Roberto Cassá, en su obra «Historia social y económica de la República 
Dominicana», destaca este «ingrediente geopolítico e histórico de mucha consideración en el estallido de la guerra y su final desenlace»[3].

 La guerra se desarrolló principalmente en la región del Cibao y el Sur, donde el apoyo
popular era más fuerte. En la región oriental, la preponderancia del liderazgo caudillista de Pedro Santana limitó la intensidad de los combates. La base social del movimiento restaurador estaba constituida fundamentalmente por campesinos y la burguesía urbana, quienes enarbolaron la bandera del republicanismo democrático como representantes del progreso económico, social y político de su época [2].

Consecuencias y Legado:

 La Guerra de la Restauración culminó con la victoria dominicana y la recuperación de la
soberanía nacional. El 3 de marzo de 1865, la República Dominicana volvió a ser una nación independiente, poniendo fin a un período de anexión que había durado menos de cuatro años. Este triunfo no solo significó la expulsión de las tropas españolas, sino que también tuvo profundas consecuencias en la consolidación de la identidad nacional dominicana [2].

 La Restauración fue un movimiento que, por su carácter popular y nacionalista, reafirmó el
sentido de pertenencia y la conciencia de una identidad propia entre los dominicanos. La lucha conjunta contra el invasor extranjero, que unió a diversas clases sociales y facciones políticas, forjó un espíritu de unidad y resistencia. Como señaló Eugenio María de Hostos, esta gesta fue la «verdadera independencia dominicana» [1],

ya que, a través de ella, los criollos se consolidaron como una nación con una conciencia y una identidad propia, rompiendo definitivamente con los lazos coloniales y la mentalidad de dependencia [1].

 Sin embargo, el costo de esta victoria fue considerable. La Guerra de la Restauración fue el
mayor movimiento armado que conoció el país en toda su existencia, incluso desde los tiempos coloniales [2]. Las pérdidas humanas y materiales fueron significativas, y la nación quedó exhausta tras años de conflicto. A pesar de ello, el legado de la

Restauración es innegable. Sentó las bases para una república más fuerte y consciente de su soberanía, y sus héroes se convirtieron en símbolos de la resistencia y el patriotismo.

 El historiador Juan de la Cruz, en su tesis sobre el papel del pueblo dominicano, destaca que
la Guerra de la Restauración fue un «triunfo del pueblo dominicano en armas», enfatizando el protagonismo central de las masas en la consecución de la independencia [4]. Este evento demostró la capacidad del pueblo dominicano para luchar por su autodeterminación y resistir cualquier intento de dominación extranjera.

 La Restauración también influyó en las relaciones internacionales de la República Dominicana, especialmente con Haití, que había jugado un papel crucial en el apoyo a los restauradores. La
experiencia de la anexión y la guerra dejó una profunda huella en la memoria colectiva dominicana, reforzando la importancia de la independencia y la necesidad de proteger la soberanía nacional frente a cualquier amenaza externa.

Conclusión:

 La Guerra de la Restauración Dominicana representa un capítulo fundamental en la historia de la nación, un período en el que el pueblo dominicano, a través de un esfuerzo colectivo y una férrea determinación, logró recuperar su independencia y reafirmar su identidad. Las
causas de este conflicto fueron multifactoriales, arraigadas en el incumplimiento de las promesas de anexión por parte de España y en las políticas represivas y discriminatorias que generaron un profundo descontento en todos los estratos sociales. La resistencia, inicialmente fragmentada, se
consolidó en un movimiento nacionalista que, utilizando tácticas de guerrilla y contando con el apoyo estratégico de Haití, logró desgastar y finalmente expulsar a las fuerzas coloniales. Es evidente que como puntualiza Soto Jiménez “en la Guerra de la Restauración intervinieron liberales y conservadores, fue una guerra económica, política, civil y de liberación nacional.”

 

 Las consecuencias de la Restauración fueron trascendentales. Más allá de la recuperación de la soberanía, el conflicto forjó una conciencia nacional más sólida y un sentido de unidad entre los dominicanos. La visión de Eugenio María de Hostos, que la considera la «verdadera  independencia», subraya la importancia de este evento en la consolidación de la nación dominicana. Aunque el costo humano y material fue elevado, el legado de la Restauración perdura como un símbolo de la capacidad de un pueblo para luchar por su libertad y
autodeterminación frente a la opresión. Este episodio histórico no solo redefinió el destino de la República Dominicana, sino que también dejó una enseñanza imperecedera sobre la importancia de la soberanía y la resistencia popular.

 Bibliografía:

 [1] Acento.(2021, 19 de febrero). Nuestra verdadera independencia. Recuperado dehttps://acento.com.do/opinion/nuestra-verdadera-independencia-8914508.html

 [2] Educando. (s.f.). La Guerra de la Restauración. Recuperado de https://educando.edu.do/portal/la-guerra-de-la-restauración/

 [3] Cassá, R. (s.f.). Historia social y económica de la República Dominicana (Vol. II, p.
90). 
(Citado en González Canalda, M. F. (2021). Anexión a España y Guerra Restauradora(1861-1865). historiadoradominicana.do).

 [4] Viloria, J. F. (2018). La Guerra de la Restauración: triunfo del pueblo dominicano en armas, del historiador Juan de la Cruz. Revista ECOSUASD.

Artículo anterior¡Feliz Día del Médico!
Humano. Maestro por vocación. Gestor cultural y Activista social empoderado.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí