Por Luis Federico Santana J.
UN PUNTO DE REFLEXIÓN
En los diversos procesos comunicativos en que participamos, en lo escrito o en lo oral, siempre seré responsable de lo que digo, no de lo que el otro interprete.
Lo recomendable, sin embargo, es que no eche la culpa al otro cuando no comprenda. Al contrario, debo asumir esa incomprensión como oportunidad para mejorar mi texto o mi discurso oral.
Al comunicar hay un principio que siempre debo tener en cuenta:
a) “Esforzarme siempre por decir exactamente lo que quiero decir, no otra cosa.” Esta es una tarea que dura toda la vida. Siempre es posible mejorar el escribir y el hablar.
b) “Que el otro entienda exactamente lo que dije, no otra cosa”. A eso se llama ser preciso, sencillo, claro, directo. Lo que escribo o expreso de forma oral no puede prestarse a más de una interpretación.
c) Todavía hay un tercer aspecto para tener en cuenta, “Escribir o expresar oralmente el mensaje de la forma más estética posible”, desde luego, sin caer en lo rebuscado, rimbombante, complejo o exótico.
Te invito, a partir de hoy, a tomar en cuenta estos tres aspectos y hacer un uso consciente de la palabra hablada o escrita. No renuncies nunca a la práctica de reescribir las veces que sea necesario para mejorar siempre tu mensaje.
Ningún escrito es definitivo. Siempre es posible escribirlo o pronunciarlo mejor. Incluso lo publicado, al releerlo, te das cuenta que puede ser corregido y mejorado. Igual ocurre con la palabra hablada.
El discurso perfecto pertenece al mundo de la utopía. La mejora es una condición propia de todo producto humano. Comprender eso y asumirlo como actitud en la vida, puede marcar el antes y el después como comunicadores.
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