Por Dayvi Lopez Vargas
El análisis histórico de las relaciones entre República Dominicana y Haití revela un patrón recurrente: falencias bilaterales exacerbadas por intereses foráneos. Como estudioso de esta temática, observo cómo decisiones tomadas en tratados fronterizos – muchas por mezquindades personales – han perpetuado conflictos que pudieron resolverse con ajustes técnicos y voluntad política.
Intereses externos: El combustible del conflicto
Actores haitianos, árabes y anglosajones – unidos por la codicia como valor supremo – alimentan sistemáticamente nuestras diferencias. Ejemplo claro son las pseudo-organizaciones «pro haitianos» financiadas desde Londres, Washington, París y Ottawa, que promueven discordia mientras ignoran la autodeterminación de ambos pueblos. Estas entidades, lejos de buscar soluciones, han sido cómplices de los peores episodios de violencia en la isla.
La traición interna: El cáncer del desarrollo
Nuestro potencial geopolítico y económico – siendo ya la séptima economía latinoamericana – se ve estrangulado por élites antinacionales. Regalamos recursos estratégicos:
- Derechos pesqueros
- Reservas de hidrocarburos
- Zonas turísticas
- Yacimientos mineros
Como advirtió Juan Bosch, somos la frontera imperial. Esta realidad exige cohesión nacional frente a tres amenazas simultáneas:
- La injerencia extranjera
- La corrupción local
- Los conflictos fronterizos artificialmente mantenidos
La solución requiere:
- Revisión soberana de tratados lesivos
- Ruptura con ONGs financiadas por intereses foráneos
- Políticas migratorias firmes pero humanitarias
- Lucha implacable contra la corrupción
Solo así honraremos nuestro deber histórico: preservar la nación que heredamos para las generaciones futuras.