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Constanza no necesita una cárcel, necesita oportunidades

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Por John Torres

Constanza ha sido durante décadas un símbolo de esfuerzo, de trabajo honesto y de esperanza para la República Dominicana. En sus montañas nacen los alimentos que llegan a la mesa de millones de familias, y en sus campos se respira el sudor digno de hombres y mujeres que, con sus manos, transforman la tierra en vida.

Hoy, sin embargo, se levanta una propuesta que amenaza con manchar esa esencia: la construcción de una cárcel en el municipio. Y yo me pregunto, ¿qué mensaje enviamos al país cuando, en lugar de seguir apostando al desarrollo agrícola, al turismo sostenible y a la educación, decidimos levantar muros de cemento para encerrar delincuentes?

No se trata de un capricho ni de un rechazo ciego. Se trata de proteger la identidad de un pueblo que ha sabido ganarse con trabajo su prestigio. Constanza es reconocido como «el jardín del Caribe», un espacio de belleza natural y de gente noble. Una cárcel sería una cicatriz en esa imagen, un recordatorio constante de lo que no somos ni queremos ser.

Construir una prisión en este lugar no solo afectaría la autoestima de la comunidad, sino también su economía. El turismo, que tanto potencial tiene, perdería atractivo. El valor de los terrenos disminuiría. Y los recursos públicos, en lugar de invertirse en escuelas, centros de salud o proyectos productivos, se destinarían a levantar un edificio que en nada contribuye al progreso local.

Además, pensemos en lo humano: ¿qué sentirán las familias al vivir cerca de un centro penitenciario? ¿Qué emociones sembramos en los niños al crecer bajo la sombra de muros que simbolizan encierro y violencia? El miedo y la desconfianza no deben formar parte del paisaje de un pueblo que ha demostrado ser pacífico y trabajador.

Constanza no necesita una cárcel. Constanza necesita oportunidades. Necesita más apoyo a sus agricultores, más programas educativos, más espacios de recreación y cultura. Necesita convertirse en un referente de desarrollo sostenible, no en un destino penitenciario.

Rechazar esta propuesta no es un acto de egoísmo, es un acto de amor por nuestra gente y por nuestra tierra. Es decirle al país que creemos en un futuro distinto, uno donde se premie la productividad y no se castigue con estigmas a quienes solo quieren vivir en paz.

Que quede claro: construir una cárcel en Constanza no es progreso, es retroceso. Y el pueblo que alimenta a la nación merece mucho más que eso.

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