La fecha del 12 de octubre se erige no como un simple punto en el calendario, sino como un espejo fracturado que refleja distintas realidades, dependiendo de quién la mire. Es un día de celebración, de duelo, de reflexión y de conflicto. Lo que conmemora es, en apariencia, sencillo: la llegada de Cristóbal Colón a un continente que era desconocido para Europa. Sin embargo, la carga simbólica de ese evento ha mutado dramáticamente a lo largo de cinco siglos, desmontando mitos y enfrentándose a crudas realidades.
El Nacimiento de un Mito: El «Descubrimiento»
La narrativa tradicional, aprendida durante generaciones, habla del «Descubrimiento de América». Esta versión, forjada a partir de los diarios de Colón y las crónicas de los conquistadores, presenta la hazaña como un acto heroico de valentía y fe. Colón, el genial navegante visionario, se enfrenta a la ignorancia y el miedo de su época para demostrar que la Tierra es redonda y encuentra, por accidente o por destino, un «Nuevo Mundo».
Esta concepción está plagada de mitos fundacionales. El primero es la idea de «descubrimiento». América no estaba vacía, esperando ser encontrada. Era un continente vibrante y diverso, habitado por decenas de millones de personas, con culturas complejas, imperios poderosos como el Mexica y el Inca, sistemas políticos sofisticados, y un conocimiento profundo de su entorno. Para ellos, no fue un descubrimiento, sino un encuentro, uno que pronto se revelaría catastrófico.
El segundo mito es la figura del Colón heroico. La historia ha desdibujado al hombre de carne y hueso, obsesionado con la búsqueda de oro y especias, y cuya administración en La Española fue tan brutal que incluso fue arrestado y destituido por la corona española por su trato a los colonos y a los indígenas. La idea de que creía haber llegado a las Indias persistió en él hasta su muerte, sin comprender la verdadera magnitud de su logro.
La Invención de la Hispanidad: El Día de la Raza
Con el paso de los siglos, la fecha necesitaba una reinterpretación que sirviera a nuevos propósitos políticos. En el siglo XIX, con las recién independizadas naciones americanas buscando su lugar en el mundo y España intentando recuperar un papel internacional, se forja el concepto de «Hispanidad».
El 12 de octubre se transforma entonces en el «Día de la Raza», una celebración propulsada con especial fervor por el intelectual español Faustino Rodríguez-San Pedro y, más tarde, abrazada por dictaduras como la de Franco. Ya no se celebra solo el acto del descubrimiento, sino lo que vino después: el «encuentro de dos mundos» y el nacimiento de una nueva civilización fruto del mestizaje. Se enfatiza la lengua común, la religión católica y una supuesta «raza hispana» que unía a España con América.
Esta visión, sin embargo, es profundamente problemática. El término «raza» posee connotaciones biológicas y jerárquicas desacreditadas. Además, glorifica el mestizaje como un proceso pacífico y consensuado, ocultando la violencia extrema, las enfermedades, la esclavitud y la destrucción cultural que sufrieron los pueblos originarios. Celebrar la «hispanidad» era, para muchos, celebrar el inicio de un genocidio y de una colonización que subyugó a las poblaciones nativas.
El Despertar Indígena: El Día de la Resistencia
La segunda mitad del siglo XX trajo consigo un cambio de paradigma radical. El movimiento indigenista y la creciente conciencia de los derechos humanos voltearon la mirada hacia los vencidos. La narrática unívoca del «encuentro» se resquebrajó para dar paso a la voz de los pueblos originarios.
Desde esta perspectiva, el 12 de octubre ya no es motivo de festejo, sino de luto y resistencia. Se redefine como el «Día de la Resistencia Indígena», un recordatorio de la invasión, la pérdida demográfica masiva (estimada en hasta un 90% de la población en algunos lugares), la destrucción de sus sistemas de conocimiento y la expropiación de sus tierras. Es un día para denunciar el colonialismo que, en muchas formas, aún persiste en las estructuras sociales y económicas de los países americanos.
Esta reinterpretación no busca simplemente cambiar el nombre de la festividad, sino corregir la historia. Pone en el centro a las víctimas y exige un reconocimiento de la deuda histórica y una reparación simbólica y material. Figuras como la de Colón dejan de ser héroes para convertirse en símbolos de opresión, lo que ha llevado en los últimos años a la retirada de sus estatuas en varias ciudades de América.
Mitos y Realidades: Un Balance Necesario
Para navegar la complejidad de esta fecha, es crucial distinguir entre los mitos perpetuados y las realidades históricas:
· Mito: América era un territorio vacío y salvaje.
Realidad: Era un continente densamente poblado con civilizaciones avanzadas y diversas.
· Mito: El encuentro fue fundamentalmente pacífico y de mutuo beneficio.
Realidad: Fue un proceso de conquista violenta, marcado por la guerra, las enfermedades y la explotación.
· Mito: El mestizaje fue un fenómeno exclusivamente amoroso.
Realidad: Fue en gran medida el resultado de la violencia sexual contra las mujeres indígenas.
· Mito: España trajo solo barbarie.
Realidad: El llamado «intercambio colombino» también introdujo nuevas tecnologías, animales y plantas en América, mientras que Europa recibió cultivos fundamentales como la papa y el maíz, que transformaron su demografía y economía. Fue un intercambio biológico y cultural de proporciones épicas, con consecuencias tanto positivas como devastadoras.
Una Herida que aún Respira
El 12 de octubre es, en esencia, una herida histórica que aún no cierra por completo. Es la fecha que marca el inicio del mundo globalizado moderno, con todas sus contradicciones. No se puede entender el mundo de hoy sin comprender el cataclismo que representó 1492.
La evolución de su conmemoración —de «Descubrimiento» a «Día de la Raza» y luego a «Día de la Resistencia»— refleja nuestra propia evolución moral como sociedades. Es un recordatorio de que la historia no es propiedad de los vencedores, sino un campo de batalla donde las narrativas se disputan y donde las voces silenciadas eventualmente reclaman su espacio.
Más que una respuesta definitiva, la fecha nos invita a un ejercicio permanente de reflexión crítica. Nos obliga a abandonar las simplificaciones y a abrazar la complejidad de un evento que, para bien o para mal, definió el destino de continentes y forjó las identidades, fracturadas y mestizas, que hoy habitamos. Celebrar, conmemorar o resistir: la elección sobre qué hacer el 12 de octubre sigue siendo un termómetro de nuestra conciencia histórica.