– Por Darlin Tiburcio
Tener poder es algo bueno, y rodearse de personas que también lo desean puede ser beneficioso. Sin embargo, tomar decisiones en la mesa del poder sin estar autorizado por quienes tienen la voz cantante en ese momento no es desear tener poder, sino pretender usar zapatos ajenos. Aquellos que actúan sin aprobación, respaldados por resoluciones y un poder institucional, pueden tener autoridades con fortalezas contundentes que integran a los que desean contribuir sanamente con sus ideas, no para que se adueñen de ideas ajenas.
Lo más doloroso es que estos individuos no consultan con quien tiene el verdadero poder, comportándose como zorros carroñeros buscando la sangre como los cuervos, dejando solo los huesos y luego defendiendo sus acciones, afirmando que no han tocado el cuerpo. Es hermoso ver cómo las personas se unen para tomar decisiones, aunque intenten desplazar a otros. Es interesante observar la tregua de los caimanes devorando a las pirañas, mientras estas les muerden las lenguas, sin darse cuenta de que quien debería ayudar está en realidad destruyendo a quien podría ser su mayor aliado.
Aún más grave es cuando lo público se roba en complicidad con quienes deben protegerlo. Es como el zorro que, aprovechando la confianza del rey, toma la comida dejada sola por un momento. Esta traición no solo debilita la estructura del poder, sino que también corrompe la integridad del sistema, permitiendo que los verdaderos ladrones se escuden tras una fachada de autoridad y respeto.
El verdadero poder no reside en la usurpación ni en el engaño, sino en la capacidad de trabajar juntos de manera honesta y transparente, respetando las jerarquías y los roles asignados. Solo así se construye una base sólida para el liderazgo y el progreso compartido.