La vida, en su esencia, es un regalo fugaz. Los días pasan sin pausa, y lo que hoy parece eterno mañana se convierte en memoria. Por eso, es fundamental no subestimar el poder de un gesto, una palabra o un momento compartido.
A menudo, damos por sentado a quienes nos acompañan, creyendo que habrá tiempo suficiente para expresar lo que sentimos. Pero la realidad es cruda: el mañana no está garantizado. Un instante de sinceridad puede ser el último, y las palabras no dichas se convierten en pesos que cargamos cuando ya es tarde.
Profesionalmente, nos esforzamos por alcanzar metas, pero ¿qué valor tiene el éxito si no hay alguien con quien celebrarlo? En lo personal, ¿de qué sirven los años de convivencia si el afecto permanece oculto? La autenticidad en nuestras relaciones no solo enriquece a los demás, sino que nos libera.
Hoy es el día para decir «te aprecio», «gracias» o «cuento contigo». No esperemos a que el tiempo nos recuerde, con dolor, que las oportunidades perdidas no vuelven. La vida es breve, pero las palabras sinceras perduran. No dejemos que el silencio sea nuestro mayor arrepentimiento.
-
-
-
-
-
-
-
