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No maten el Jardín Botánico: El pulmón que sostiene nuestra esperanza

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El ataque sistemático contra el Jardín Botánico Nacional representa más que un simple descuido urbanístico: es una agresión directa contra la inteligencia colectiva, el bien común y el futuro ambiental del Gran Santo Domingo. Mientras la ciudad clama por soluciones de movilidad sostenible, las autoridades insisten en sacrificar uno de los últimos pulmones verdes metropolitanos en nombre de un modelo de desarrollo caduco y fracasado.

Este espacio emblemático –obra maestra del urbanismo dominicano– no es un lujo, sino un derecho fundamental. Constituye un santuario de biodiversidad, un aula viva de educación ambiental y un refugio esencial para la salud física y mental de los ciudadanos. Su valor trasciende lo ornamental: purifica el aire, mitiga el calor urbano y preserva especies autóctonas, funciones irremplazables en una ciudad asfixiada por el cemento.

La historia reciente demuestra un patrón alarmante: el Parque Mirador Sur convertido en vertedero, las Zonas Ambientales Complementarias ignoradas, y ahora la amenaza inminente sobre el Jardín Botánico. Estas acciones revelan una peligrosa contradicción: mientras el discurso oficial promete sostenibilidad, la práctica urbanística prioriza soluciones cortoplacistas que agravan los problemas estructurales.

La movilidad capitalina no se resolverá con más asfalto, sino con:

  • Un sistema de transporte público eficiente
  • Infraestructura peatonal accesible
  • Planificación metropolitana integral
  • Conservación activa del arbolado urbano

El Jardín Botánico encarna valores que trascienden su perímetro físico: es prueba de que otra ciudad es posible, donde el desarrollo coexista con la naturaleza. Su defensa no es nostalgia ecologista, sino un imperativo de supervivencia urbana. Ante la urgencia climática y el colapso ambiental, proteger estos espacios equivale a salvaguardar nuestra capacidad de habitar dignamente el territorio.

Exigimos a las autoridades:

  1. Detener inmediatamente cualquier proyecto que afecte su integridad
  2. Garantizar su protección legal permanente
  3. Desarrollar alternativas de movilidad que no sacrifiquen áreas verdes

El momento de actuar es ahora. Permitir su destrucción sería una traición a las generaciones presentes y futuras, y la confirmación definitiva de que hemos perdido no solo espacios, sino la capacidad de imaginar un futuro habitable.


Ingrid Abreu
Periodista, escritora y activista por el derecho a una ciudad humana
CEO de Ingrid Abreu Comunicación, corazondigital.net

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