Hoy, los aplausos adornan a quienes, con sutiles movimientos, cambiaron las reglas del seguro, desviando el río de beneficios hacia tierras más fértiles, mientras el pueblo se queda en la sequía. Como una casa de la cultura arrebatada de su gente, lo que fue patrimonio se ha desvanecido en las sombras de manos que dicen ser honorables.
Se reconoce también a quien, como un cazador furtivo, se quedó con los vestigios de nuestros ancestros, arrancando pedazos de historia como trofeos, dejando solo un eco vacío. Aplausos resonantes para aquel que, como una plaga silenciosa, marchitó la producción del ajo, dejando la cosecha del sudor ajeno marchita bajo el sol.
Hoy, quienes han hecho que la tierra cambie de dueño sin justicia alguna, reciben el brillo del reconocimiento. Pero la verdad, como el tiempo, es paciente y llegará, iluminando aquello que ahora se esconde en las sombras de las celebraciones. Aunque el aplauso sea ruidoso, la justicia siempre avanza, aún en silencio.
Postdata:
Los padres que sueltan la mano de sus hijos en su caminar, inevitablemente dejan huellas en cada paso que dan, ya sea hacia la cima de sus logros, el abismo de sus fracasos o los caminos torcidos de sus desobediencias. Como árboles que se inclinan con el viento, siempre forman parte de las raíces y las ramas que sus hijos extienden, para bien o para mal.